miércoles, 9 de enero de 2013

LITERATURA Y POLITICA

Cómo encontrar lo probatorio. Conocemos a tantos ases del marullo, esos que ensucian la política, cómo percibir pruebas con sus sentidos. Cómo nos avergüenza un delincuente improbado, aunque oigamos testigos, vemos sus rostros, sus vacilaciones, sus impotencias. Tenemos tantos canallas y sus canallitas secuaces. A estos cerdos bien cebados los conocemos perfectamente bien y usted conmigo repite sus nombres, han emporcado su propia casa. Ahora se han apoltronado en los oscuros cubiles de sus cargos públicos asegurando su soldada con sus aberrantes méritos.
No voy ha rehacer esas antiguas meditaciones sobre el escritor y la política, a los escritores nos importa todo, a los políticos profesionales un bledo lo que pase.
Es un momento extraño éste, nos movemos a la reflexión política, cómo los políticos pervierten el lenguaje, como desvirtúan las referencias éticas e ideológicas.
El escritor habló de manos limpias, ética y honestidad.
Al escritor le atornillaron al revés. Sabemos quiénes.
Los quienes tirados hacia atrás en sus sillas playeras en Hornito o Punta Itata.
Cada vez más gordos. Miserables, inmorales.
El escritor jugó limpio, hizo su campaña sin pelear, sin mentir, basada en la verdad. Hizo política honesta.
Cuánto nos dijo Sartre en "El escritor y la Política", recordamos la voz esencial de Neruda: "Chacales que el chacal rechazaría,/piedras que el cardo seco mordería escupiendo,/víboras que las víboras odiarían."
Concluimos que ser político honesto es una aventura imposible, náusea para los que vemos lo que vemos, y ceguera en quienes votan a veces, descerebradamente.
Habrá que reiniciar el debate: Literatura y Política.
A mi amigo Hernán Rivera Letelier mi afecto por su honestidad.

Eduardo Díaz Espinoza.

Publicado en "La Coctelera"
Diciembre 2005.

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