lunes, 6 de enero de 2014

ELEGÍA AL CHANGO LÓPEZ






 Elegía al Chango López


Apareció este Juan, entre
piedras y covaderas
arrastrando
hedor centenario.
Pobre el hombre, tomó
su bote,
coloca languidez, más
que ollas, hambre desde
sus primeros berridos,
lleno de piojos e hilachas,
una imagen que inspiraba
olor rancio, el pasado del
que emana
esta mezcla de chango y
minero, el Juan, hijo de un
tal López, ahora
es chango y famoso,
hasta tiene un balneario,
allí, hay cualquier
cantidad de amores
y colocadas de gorro,
ya convertidas en relatos
tradicionales.

Debió ser de Coanil
siempre se lo pasaron por
la bragueta, mas
este es el destino,
le hicieron un mono de cemento
frente al hotel, a un maestro
que le sobró mezcla de
una construcción,
le encargaron la “obra”.

Dejen ya
de britanizarnos
la ciudad.

Nos basta con el
Reloj de Porquería.




El P. Lado es un vulgar,
grosero y sacrílego,
mal criado en estos contornos,
esto quiere decir,
no un allegado
como el del banco,
que le cuelgan
más que a cualquier
ser normal,
– lo que ha quedado establecido
como verdad adquirida –
amado bestia que
vive la ilusión como
un pobre, llegando
al grado cero,
mitómano que nunca sabe
lo que ocurre.
El buen vaca,
pero: y ¿Juan? Eso, es
harina de otro costal.



En aquel tiempo…
Juanito se pegó la dormida,
después, una feroz cagada,
y desde entonces, la ciudad
vive bostezando,
a causa de los flujos
de los cambios,
y continúa sus crisis de la adolescencia.
Difícil es hallar aquí
gente célebre por su valentía,
eso sí, hay rocas
eruptivas, toda clase de
minerales, las roquitas
las han ido sacando
para hacer cositas de metal,
el salitre, se fue a la cresta,
pero no faltan
los motivados por fenómenos
tendenciales que
piensan en la
vuelta del “oro blanco”.
Entonces, habrá abundancia,
mayores posibilidades
de créditos, el abaratamiento
de radios, televisores,
tocacintas, videos y películas
porno.



Juan el pobre, Juan Nadie,
el Chango López,
nunca anduvo a caballo
según cuentan;
nunca tuvo las bolas
como platillos,
claro que la gente del norte
chico, siempre cabalga burros,
por eso anda por ahí
el volantines, pues, todavía a
los aborígenes les gusta,
no olvidemos que son
descendientes
de Francisco de Aguirre, el As
de Bastos.
El contacto con la familia,
los seres amados, los ceneís, la
ciudad in crescendo. Claro
que, en asunto de negocios,
nunca tuvo éxito,
su voz y su acción reducida
al silencio,
pero tal fracaso no tiene el
sentido de un mal entendido.
¡Pobre Juan! ¡Qué gil!
Ossa lo dejaba en
pelotas,
a fin de pasar provechosamente,
dicen: Ossa no usaba jabón,
más corredor que árbitro,
muy económico, no aspiraba
neoprén, le bastaban los efluvios
de su bacinica.




Más se ve cuando más se mire.
De por ahí la gente de la
Perla del Norte, economiza agua,
ya que siempre escasea, de tal
manera que la proporción de
cochinos es enorme, no faltando
el sureño que se baña
todos los días y,
por costumbre, esa gallá
se baña porque echa de menos
la lluvia.
No falta el compadre
que asegura, que la chilenidad
empezó en San Pedro de Atacama,
incluso unos ñatos le construyeron
una casa a don Pedro de Valdivia,
él, que apenas dio una miradita
por ahí y se las endilgó para Santiago,
que entonces no era Santiago,
y de Santiago son los “sabios”
que pusieron una plaquita
en la “casa de Pedro de Valdivia”.
Claro que en cosas de historiadores
no me meto, porque no lo soy,
eso es para otro tarúpido que se las
da de conocedor, a ése
el componedor lo bautizó como
“el ladrón de pelotas”;
diré solamente que en Atacama la Chica
hicieron su gran casa de putas,
en unos toldos que levantaron,
don Pedro y doña Inés, Sancho de Hoz,
que no tenía martillo, pero
que se le paraba, reclamó
y lo acusaron de extremista,
por tocar una extremidad de la doña,
y se fue cortado por el cogote.

Después de todo, los españoles,
no bajaron a la mar que venía
grande, y se cagaron de calor
por el desierto, lo cierto es que
le dieron a Juan López, el Chango,
la oportunidad de su vida,
fue la polla gol de ese entonces,
puso sus patitas en Peña Blanca,
territorio de Bolivia, unos añitos
después, un cholo dictador,
Melgarejo, le puso nombre:
Antofagasta.
Armando Carrera de puro picado
porque la Rebeca no le dio boleto,
le cambió el nombre al vals
y la ciudad sigue llamándose
Antofagasta.
No faltan los entendidos
en cosas de toponimia,
cabalito, toponimia, no
potonimia, eso corresponde a
los potos del balneario municipal,
lo cierto es que todavía le buscan
las cuatro patas al gato,
igual como ese que busca
raíces incaicas en el nombre de
Matilla, de donde dicen que son
los alfajores que ahora llaman
de Pica, na’ que ver.

El espíritu aventurero
se fue por el desagüe,
se paraba a hacer muecas
incomprensibles,
carente de sentido biológico,
tú que me escuchas ahora,
dancemos este valse,
ves como la gente anda insana,
todo se ha revuelto,
el mirista Poblete sigue
enterrado en su letrina
del Parque Centenario, ahora le
colocaron hasta una clínica al lado,
para que recuerde sus tiempos
de médico.

No puedo olvidar, o pensar como
un futbolista cualquiera
que a Le Paige se le había
puesto que Adán y Eva eran
originarios de San Pedro de Atacama,
– dato para el huevantines –
y que el paraíso terrenal
debió haber quedado
entre el valle de Jere
y Toconao, angostito y funcional,
un paraíso de cartón, desechable
made in taiguán.
El “ladrón de pelotas”
dale con Atacama, al menos al
Luis Alberto le da por copiar a
Salomón.




A veces uno se equivoca,
“una”, dijo la Marcia Alejandra
cuando iba a ponerle unos velones
a la “santa Juanita” y
cree hallarse en Iquique,
por la enorme cantidad de
maracos que ha llegado,
eso que todavía no vienen
los marinos, ni traen plátanos
de Guayaquil,
son increíbles las cosas
mi buen Chango que pasan
en tu ciudad
poblada de vagos, sapos,
mariguaneros, Conrado Menzel
le robó la carta de Perón
al loco Cáceres, y ahora el
pobre anda repartiendo las puras
fotocopias, el tontito
Fajardo es cuento aparte.
Latcham lo tendría clasificado
como “eslabón perdido”, claro
que hay otros tontos no
menos notables y pasan
inadvertidos, y como
tales los dejaré en el anonimato.
Antofagasta sigue dormida,
sus calles desiertas,
hacen falta el Crazy y el Lola Puñales,
los jotes cagándose en la Plaza
Colón, el alcalde,
puchas que hace falta el Alcalde.

Antofagasta, antofagastita,
se va el siglo XX,
¡DESPIERTA, MIERDA!


domingo, 5 de enero de 2014

A Eduardo Díaz un recuerdo en el 5° aniversario de su muerte.





Poeta Eduardo Díaz

Pronto se cumplirán cinco años de la muerte del escritor y poeta Eduardo Díaz y parece que fue ayer que la noticia nos impactaba y quedámos  huérfanos del amigo y compañero, de la conversación diaria, del correo amigo, del poema dedicado a las amigas virtuales y cercanas.  Se fue con él un conversador extraordinario, un crítico, un poeta de tiempo completo los siete días a la semana.

El tiempo no ha borrado nada, quizás haya cambiado la perspectiva, o agregado quizás una nota distinta, o la necesaria distancia para valorar aún más sus textos, historias y poemas dejador por doquier en tantas páginas en la web.

Te recordamos hoy como siempre, porque fuiste un ser humano extraordinario, amigo de tus amigos, y enemigo de tus enemigos, con todas las de la ley;  nada de medias tintas, porque eso no fue nunca contigo.

Hoy tus letras hablan por ti.

Eduardo, un abrazo donde estés.

Luisa García


Volver al ranchito





Vamos reciclando, a ver si levantamos las ranchas de nuevo, o nofre Mirón?

Así no más es, aunque uno haya dicho mil y una veces, "no voy a volver nunca más a este cuchitril donde tanto mal he pasado". No es cierto, siempre uno reniega y luego en los recuerdos aparecen las mejores imágenes del sitio aquel, al cual uno va denostando. Cómo olvidar a mi buena amiga, la inconfundible Flakatello con ella nos litriábamos unos cuantos "hermanos carroña", y que nos acompañaba el José Pepe, los Colorados Torres y bueno hasta la Violeta Elena la vieja del milico de la banda del litro que pasaba más cocido que poto de guagua.

De que volvimos volvimos, digo yo, siempre que la dueña del conventillito nos deje la pasada a la pieza 28 poh.

Ansina no más es, güen dar con la suerte patrón, si las cosas caminan chuecas aunque uno no quiera, vio, dicen que estamos en democracia y los pacos apalean de lo lindo como si fuera en plena dictadura, debe haberse corrido una teja a la gran jefa cuando estuvo detenida y quedó marcando ocupado al 131 y los llama con guanacos y todo, en cuanto menta alguien que va a protestar a la Moneda. Oiga si ya no quedan migas en el bolsillo para sacar y pagar las compritas en el boliche de la esquina... que pagar las papas a 700 pesos, que me dice porotos verdes a dos lucas, y ya poh, pa que sigo si usted mi alma de dios la sabe tanto como yo lo carazo que está todo aquí en la Antofagacity como la bautizó el bueno de Sergio Concha.

Y putas, no se le vaya a ocurrir enfermarse, porque de seguro lo meten con camilla y todo dentro de un guater porque salas pa enfermos no quedan, y la de viejos que se van "pal patio de los callaos" porque nadie les da pelotas en la posta, la droga maravillosa es la aspirina, cuando mejor es la cachaspirina con un buen vibramencima. Aunque estos últimos medicamentos no están en el plan auge, que más que auge parece plan cementerio.

Oiga y estamos tan re mal, que hasta el polvo a las condoricosas del viejo vate les ha dado por relavar en el diario lugareño, el asunto es ostentar nombre y fama para sacar pecho, de eso la nueva columnista de la calle Latorre le sobra, pecho digo, al que no le sobra ni pellejo es al negro que también se fue al diván, lo corrió y sacó para el jaiteo sobras escogidas del viejo duende, el habilidoso crítico debe cuidarse de los ácaros del papel que es peligroso para su salud. Si les contará lo que tengo en casetes cuando aseguraba el "santo" de la calle Bandera que "a la Gabi le gustaban las minas y que había corrompido a la "Laurita Rodig",pero si hasta a la Fidelia, tu sabes... y que te cuento cuando hizo leso a don Alejandro Escovar i Carvallo como se firmaba" me lo contó delante del Dr. don Antonio, en la calle Uribe 666, donde el piadoso poeta vivía, reitero y grabadito lo tengo con la voz aguardentosa del hombrón.

Puchas razón tenía don Miguel de Unamuno y Jugo cuando decía que esos pegajuleros de añadidura que escriben en los diaritos provincianos para ostentar para la vanidad lugareña. Por eso, yo escribo para El Conventillo. Lugar donde se conservan las lenguas y la vanidad se va a la cresta..
Y la guinda de la torta, es que ahora, si ahorita, nominan santuario de ballenas las costas de la II región, quién lo dijera, si don Antonio Vásquez Espinosa, el cura carmelita que dejó para la posteridad su libro sobre las "Indias Occidentales", o sea, nosotros los deste continente incluyendo a los rubios de ahora, pues cuando vino don Antonio, dicen que por allá por el 1625, ni luces de ellos todavía, no habían venido a hacer degollina de indios los descendientes del "Mayflower". Si
Don Antonio dejó unas maravillosas páginas en las que nos consigna una de cosas de nuestra ascendencia, que quedamos hasta ahora con la boca abierta, y entre otras, estaba entonces la enorme cantidad de cetáceos que existían por estos lares, y nuestros changos usaban retoitito el animalito para todos los menesteres, si hasta se embetunaban con aceite de ballena y desde lejos se les veía brillar como si fueran hombres de oro caminando entre Tocopilla, Cobija y Peña Blanca.
Pero bueno, volvamos a El Conventillo, si cuando fui de nuevo a instalarme en mi pieza, la 28, adivine quienes estaban debajito del eucaliptus dándole duro a la sin hueso, yaaa, nada menos que las más deslenguadas y despiadadas de las viejas, hacen medio milenio de años entre las cuatro: la gorda sebosa de la Morelia más arrugada que elefante marino, las flaca sin tripa de la Milenka que parece huesos con arrugas, para que le cuento la deshollejada Pérez y la Corina poto de alcachofa.
Dios nos libre, le daban a la lengua como esmeril de cerrajero, si no le dejaron espacio que no le picotearon al "borrao" González, hermano de "palito en el poto" y primo del "sanguche de queso"a los que no se por qué pelaba el finaito del Mario Cortés. Lo que menos le dijeron que era un cafiche, y pobre diablo muerto de hambre que si no es por la Delfinita no tiene donde caerse muerto, oiga si hasta dijeron que al "borrao" le gustaban las patitas de chancho que lo habían visto perdido en la soledad y los ojos viscos en los "guateres" del mercado municipal, haciendo el amor con "el toronjil cuyano". ¡Qué viejas! Calculan que para cada una deberán colocar un cajón extra cuando se mueran porque en el segundo cajón deberán colocar las venenosas lenguas de las viperinas.

Y mire que si me fui pal lao de las chacras, lo que yo les iba a contar es que me estaba preparando un ajiaco contundente y porotos con chunchules pa celebrar el 18 como Dios manda, y bien regao con vinito de "los hermanos carroña". Oiga mi querido público lector, dejo pendiente las recetas del ajiaco y los porotos con chunchules pues se me anduvo pasando la mano con el litriado y mejor dormiré una tantito... hasta pronto.

El Mirón de la Calle.

Publicado en  el Blog El Conventillo 06/09/08

El gil que perdió un libro en la Feria de Chalequinahue




Divertida esa de "cloro añejo", arrechúnchamelo y arremángamelo, que sentir una casa señorial con ese olor, debiera ser olor a trementina o miriñaque, digo yo, por los ancianos que deben morar ese sitio, y de seguro también olor a naftalina, o por último a flores secas y mustias como esas viejitas que se las dan de poetas en el invierno de sus vidas, viejos con transparencia de fantasmas, una feria gerontológica, posiblemente la casita esa, tenga un rinconcito donde tomen sus penas los caballeretes pues como pasan apenados, a lo mejor, digo yo, se la pasarán tomando. Cuestión de envidia nada más. 

Disque se da vueltas por ahí una viejita con un perrito que ladra afirmándose en las sillas por que es tan viejecito como la dueña y cada vez que ladra se le cae un diente, ahora le están colocando al pobre quiltro una placa dental.
Otra dama con cara de plato y lengua suelta, y que en cada uno de sus libros siempre coloca sus fotos de cuando tenía quince años, viste como gitana y luce unos sombreros estrafalarios, y bueno otras más hacen lo mismo pero, la señora Z, lleva el estandarte, de poca finura para hablar y glotona como ella sola, si usted le coloca una olla se la traga completa hasta con saltaduras.
Me estoy poniendo pelador como la flakatello.

Si le contara las de historias que tiene la flaka, no dejó títere parado en su vecindario y le decían la gallina con horno por lo caliente que es, otros más cuicos le pusieron la microondas.
Y si le contara las aventuras de una viejita chica que la llaman la saca corchos, pues como ella misma lo dice "a todos estos me los he violado",¡qué de cosas mi señor! y cómo no voy a estar contento si me acuerdo de las aventuras que contaba hace años el finado Martín, escalofriantes, o la de ese señor que tenía una botillería dentro de la casona y le llamaba un rincón pa… cu… es decir peculiar eufemísticamente era una sala de cultura y cobró en oro por sus tragos… y todo esto por mentar una casa con olor a "cloro añejo". 

Bueno, el último mandamás de la casita, mejor dicho el penúltimo, columpiaba alegremente a la secretaria hasta que de tanto columpiarla se sacaron la contumelia y debieron irse con viento fresco y una cuenta de verdulería donde preparaban cócteles. Esto se va pareciendo a una cuenta de la sociedad de escritores de Chile.

¡Guen dar con la suerte patrón!, decía mi tío Cayo, viejo venido desde Logroño, antes de la Guerra Civil, y que le gustaban los dichos guasos, el viejo era tan, pero tan re cagado que todos los días hacía porotos bayos, tenía millones y sin embargo sólo porotos era la mesa, que ¿lentejas? No, eso era un lujo sibarítico, y eran sólo porotos con agua, sal y ají de color, variaba sí, pero sí que variaba, un día era con fideos llenos de gorgojos, otras con los mismos bichitos pero de mote, cuando era mucho, bailaban algunos chicharrones o unas traguas malolientes que le regalaba un carnicero amigo.

En fin mi tío na que ver en este cuento de la casa y el loco ese que quería vender su "besseller coquimbano" a diez lucas en la feria del libro, me tiene intrigado la flakatello que dijo que me iba a contar otros pelambrillos. Sobre todo de un tal Contreras que cambió el olor hasta de sus flatos con la millonada que agarró en la SECH.

A propósito, esa sociedad de escritores de Chile no ha dicho esta boca es mío ante la persecución en contra del poeta Ernesto Cardenal, huésped de Chile en varias oportunidades. De seguro esperan una orden del C.C. 

Yo creo que el chico Rivano debe acordarse del gil ese que fue con una feria del libro a Chalequinahue donde sólo viven treinta personas, diez gatos, veintisiete perros y dos pacos, tres cabros chalequinahueños van a la escuela y será gil, le robaron un libro de cien lucas…. Jajajajajajajaja.

 ¿A quién se le habrá ocurrido hacer una feria en ese abandonado pueblucho de Nahuelbuta? Y más encima le roban un libro que equivale a casi todo su capital. Está bueno por hoy, que se me seca la lengua, no vaya ser cosa que me confundan con un escritor de esos que beben alcohol como dijo alguien en una carta a otra alguien…

Chao 

Y, cuídense del Fray Apenta que siempre anda con la lengua y la cuchilla afilá… aunque el viejo murió hace añales. 

El Conventillero

Publicado en el Blog El Conventillo 07/09/08

El día en que dos "peotisas" se agarraron por los huesos




Ya nadie se acuerda del famoso huesito de la virtú, que pasaba de casa por casa hasta que ya no tenía nada que soltar para la cazuela. Sorber la médula de los huesos del osobuco, ese era otro asunto por el que se relamían los bigotes serios caballeros. Y los huesos de chancho con alguna carnecita y manteca pa los porotos.

Se de un amigo mío que ahora, apenas le dan porotos, con cuatro daditos de zapallo y harta acelga. Y nada más, sin condimento alguno.
Pero lo que si fue para la risa cuando a mi tía Evarista se le quebró la placa dentaria por morder un huesito de cordero y se tragó media placa, cuando la vio el médico le dijo: "señora, usted tiene alguien que se esta riendo por atrás, porque le veo algunos dientes más alegres que los pillastres que se lucran con el TranSantiago."

Oiga, sabe, la olla de los poetas por lo general es bien escuálida, pues como son puro espíritu y alma, se pasan metido en cuanto recital, lanzamiento de libros, inauguración del monumento a las manos, ah ¿pero que no sabía? Levantaron una monumento a las manos moras que dejaron si un centavo a la SECH. Habrá cóctel elaborado por una frutería, cuando descubran la plasta monumental. El Comité Central en Pleno asistirá al acto inaugural.

Los escritores, van a todos los cócteles y paradas. A comer se ha dicho, si no dejan ni los cuescos de las aceitunas, y se ha fijado que algunos llevan una estratégica bolsita donde guardan canapés queso y todo lo que se puedan llevar.

Si de comer se trata, hicieron tantas comilonas las huestes de papá Lacámara que bueno ahora la casa del escritor huele a basura acumulada, papeles cagados y a los talleristas les castañetean los dientes de frío. Y como se perdió la memoria, disco duro, papeles y recibos, nadie sabe nada, pero todos saben a que bolsillos volaron los pesos, que al próximo billete que ha de emitir la casa de moneda tendrá la efigie de un tal Gonzalo. A contrataron a un tipo para que limpiara el local pero este le agregó su hedor inconfundible patas, bolas y toda la cocina inmunda (Herrera), cocina y casa que brillaba cuando estaban doña Minita y Fernando.

Y todavía enviaron una rendición de cuentas más falsa que Judas. Hay que tener cara de raja y los que hablaban guardan respetuoso silencio. Le están cubriendo las espaldas a uno que ya está acostumbrado a robar con estilo de los fondos que se percibe por la Ley de Libro o el Fondart.
Estos de los huesos da para mucho.

¿Y las peotisas? Es que ni se lo imaginan mi doña por dios, o mi santo caballero. Un connotado médico, dio una manifestación pantagruélica en un elegante restaurante a los escritores de su comuna. Hubo para comer hasta quedar botados. Y un cerro de huesos, muchos de ellos con carne roja y jugosa.

Dos conocidas peotas, una de ellas había plagiado completica una trova de Silvio Rodríguez, y la publicó como de ella. La otra más discreta solo aparecía de vez en cuando en alguna página literaria del periódico comunal.

Al momento de las despedidas, ambas con sendas bolsas la llenaron de los huesos y restos de comida, "restitos para el perro", y quedaba un último hueso, tal vez el mas carnosos y ambas movieron sus manos como imán para agarrarlo.

Hay virgencita de los siete mares, nunca vi tan feroz batahola, las dos muy emperifolladas señoras soltando el más puro y selecto lenguaje de castiza estirpe de rotos. "Pero weona re cu… lo tomé yo… "y que te creís tú, yo soy una señora, vos una vaca re … que tenis hijos de vaya a saber quien"…. "me ai visto c… parada, el rubio ojos azules es del gringo ese que te llevó a La Rinconada y allí andabai en pelotas como loca" 

"Claro y vos corriste con los calzones en la mano cuando desfilaron los de la escuela militar, te meabai sola", y eran señoras. Siii muy respetables damas que siempre aparecían en los diarios.
Para evitar mayor escándalo, el prudente médico que nos invitó, pidió a dos enormes mozos que las separaran y las dejaran de patitas en la calle.

Otro encuentro ocurrió a causa de un dulce, pero eso es otro cuento.
Moraleja, no invite a nadie que lleve huesos para la casa después de un asado. 

El Mirón de la Calle 

Publicado en el Blog El Conventillo 07/09/08 ·

El huesillero




Vaya a saber uno desde cuando se instalaba cada día en esa intersección de las calles Maipú con José Santos Ossa. En los años aquellos que la ciudad era pequeña y polvorienta, no había nada interesante que llamara la atención.

Pero si, cómo olvidarlo, el huesillero. Personaje salido de alguna novela de campo de Mariano Latorre, de Luis Durand, o de aquella historias de Joaquín Díaz Garcés hasta podía ser el mismísimo "Juan Firula". Vestía chaquetita corta, pantalones adheridos a su cuerpo por años, bigotito breve, una camisa de color indefinido, calamorros pampinos y un sombrero alón. Un huaso de talón rajado, un roto pampino que no perdió la costumbre de sus ropajes sureños o vaya a saber uno de dónde diablos venía este personaje.

Si, porque todo un personaje era el hombre, día a día en la esquina con sus vasos limpios, impecables, sobresaliendo una descomunal olla azul que contenía el tan apetecido brebaje.

A veinte centavos un vaso de fresco huesillo con mote. Si bajaban las señoras de las cocinerías escanciando la bebida prodigiosa, y le hacía ojitos, el muy ladino se daba vueltecitas alrededor de las señoras con breve placer de baile. El gallo incitando a las gallinas.

La exuberante Marité de la Huerta que más que huerta, tenía dos enormes melones en el pecho, seguro en algún instante escurridizo saboreaba el huesillero.
Que le subía las faldas de la Oriana Tello, hermana de la famosa lengua larga de la Flaka Tello, para nadie era secreto, si hasta encima de un saco de papas en las bodegas del mercado le abría hasta el alma el famoso huesillero. Eran sus tardes mágicas cuando se veía que el sol se metía como huevo frito en el horizonte marino.
La chiquillería, entre ellos yo éramos los más fieles consumidores de la bebida única de los chilenos, a bueno, ciertamente que el vino es un capítulo diferente, entra solo a tallar en asuntos de hombres, y bueno también algunas chimbirocas, como la "lengua de lija" que se tomaba medio litro de vino de un sorbo, sin respirar y famosa también por sus anchas caderas.

Los jubilados en la plaza del Mercado se ponían al día con las noticias de la Guerra, en mapas imaginarios hacían movimientos de tropas, y por cierto para ellos el "genio de Stalin era el que cavaría el foso a los nazis". Los viejos, animados en la conversa, la mayoría había dado la vuelta al mundo varias veces embarcados como tripulantes de algún cliper.

Después darle duro a la sin hueso, bajaba la sed y entraban todos al "Jamaica", donde se tomaban hasta las molestias, el vino con frutilla corría a ríos por esos güargüeros resecos. Los chanchos con chalecos ardían en el jugo de su grasa que con pebre cuchareado se componía más el asunto y la sed era sin límites. Para que les cuento amiguitos míos si había que chuparse los bigotes con el arrollado de malaya de doña Eufrosina.

Hasta el Cristo de Elqui que se paraba sobre las ramas de un pimiento a decir sus salmos, señalaba con dedo acusador al hombre del carrito de huesillos, serás castigado por tus pecados sexuales. En un momento de pasión arcangélica, el Cristo se tiró desde el árbol abriendo los brazos para volar. Por cierto se sacó la cresta, se quebró dos costillas y quedó fracturado de las piernas.


Divertidamente regalón entre las mujeres el huesillero hacía de las suyas, con cuanta mina se le ponía por delante, si hasta la paisana Gumercinda había cedido ante el tentador macho cabrío. Los hombres sospechosamente furiosos intercambiaban entre ellos miradas llameantes, y más de alguno creía sentir sobre su cabeza el peso de los cuernos.
Ellas soltaban la pasión y el fuego oculto del deseo. Era tanto el asunto, que un día, me arrastró a su pieza la Mercedes, de fogosos veinte años, se tiro sobre la cama de su pieza, en el conventillo "El negro José", se bajó los calzones y me empelotó a mis 9 tranquilos años de existencia…. harto me gustó el jueguito de la Meche.


Un día, siempre existe un día nefasto para algunos. Si está marcadito en mí ese día, mi abuela me había comprado una chaqueta de cuero café, pantalón de golf, en fin indumentaria para los cabros chicos en los 18 de septiembre poh. Había que empilcharse.


Corrí a la esquina, donde estaba el huesillero que era mi amigo y me conocía por ser buen cliente y me mandaba de recadero donde sus mujeres. Y desesperado yo, al no tener los veinte centavos para los huesillos le digo, "oiga don Erasmo, le traigo al tiro las moneas, mi abuelita me las va dar ahora porque no tenía chauchas, le dejo la chaqueta"… ahí se vino el mundo encima.
Satisfecho de haber bebido esa rica agua especial, me comí los huesillos y el mote. Salí arrancado como ánima que la persigue el demonio.


"Abuelita, abuelita, mire… el huesillero me quitó la chaqueta" nada más escucharon eso y bajaron todas las mujeres de las cocinerías convertidas en demonio. Hasta la amante más fiel del pobre tipo salió armada con un uslero, lanzaba espumarajos y garabatos la Oriana Tello.

Pero si no le dejaron nada bueno al pobre tipo, le destruyeron el carro, la ollita azul la hicieron mierda, quebraron los vasos y Erasmo estuvo un mes en el hospital reponiéndose de la paliza que le dieron las mujeres. Nunca más volvió a esa esquina. Todo por culpa mía, ahora ya cercano a los ochenta años todavía me río y memorizo las caras furiosas de las madres postizas que me cuidaban.


El Conventillero

Publicado en el Blog El Conventillo 21/09/08

Drama pasional en el conventillo





Que siempre pasaban por las noches los ágiles de la "comisión", no era novedad. Tomaban y comían gratis para enfrentar las amanecidas, silenciaban algún "parte" a expendios clandestinos de bebidas alcohólicas, o no faltaba en alguna pieza por ahí donde algunas niñas ejercían su profesión de trabajadoras del sexo, y la muchachada varonil hacia filas en las sombras. Y ellos sin hacer fila entraban de los primeros, los privilegios de la "ronda" para que reine la paz y la seguridad ciudadana.
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Los de la comisión, ni nadie se dio cuenta en que momento se desencadenó la tragedia, y la tremenda embarrá que quedó, gritos despavoridos, alaridos subhumanos de las féminas y ... los hombres desaparecieron como por encanto.
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A dibujar los contornos de la muerte, lejos de cualquier metáfora, la noche daba dentelladas de oscuridad como una especie de lápiz carboncillo.
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Como cuenta la fatalidad, su tenebrosa amiga la muerte entra en el juego. Ocurrió, porque debía ocurrir, el atroz delito. La dejó -Juan de Dios- a su amante tirada en la catrera. El hombre, impulsado por los celos, se vengó de ella dándole un feroz navajazo que casi le separa la cabeza. Una imagen inquietante.
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A doña Eufrasia le dio soponcio, dolor de tabas, como que se había encogido de repente, hasta el moño se le soltó, y no entendía que eso fuera a ocurrir en su "ordenado" cité de la calle Serrano 739.
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Cometido el tenebroso homicidio, Juan de Dios Paz Bueno, huyó hacia la pampa ocultándose entre las antiguas salitreras abandonadas. Enfebrecido por el calor casi de 45º a la sombra, sin agua y semi desfallecido, desvariaba pensando en la Lucinda, lo linda que era que formaban rueda para verla... ya... eso es del tango. Si era linda, hermoso cuerpo, piernas torneadas unas caderas cinceladas y el busto una delicada muestra de la mano de Dios en la perfección, viejo pillo también pegabas sus corridas de mano. Siempre se le veía a la Lucinda con su vestidito de popelina celeste, y nunca dejó de usar sostenes y calzones del mismo color del vestido, delantal y sus trenzas negras.
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Encargado de las pesquisas fue el sargento 2º Domingo Farías Arjona. Por un momento me dejó entrar al escena del crimen y vi a tendida boca abajo a la Lucinda Aravena, con los vestidos subidos y los glúteos expuestos tal como la dejó tirada el canalla del Juan de Dios, pude observar, al mover el sargento el cadáver para taparlo con una frazada, el terrible corte que casi le separó la cabeza. Era una frágil muñeca rota. Domingo Farías, el sargento, selló la puerta para que nadie entrara esperando al juez de turno.
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Como era medio día nos fuimos para "El Rancho Alegre" pedimos un bisté a lo pobre, por cierto lomo vetado, papas, cebollas y dos huevos fritos para cada plato. No podía faltarnos una botellita de vino Tocornal ese que se bebía por convicción y doctrina. Se nos adelantó una ensalada surtida de lechuga, tomate, palta, arvejas, betarraga y dos lonjas de jamón planchado. Saciada el hambre no sin antes apurar una botellita más, acompañé al sargento en el vehículo policial un Chrysler 108 A modelo 1929. Lo último en vehículo. Tomamos la cuesta del Salar del Carmen y llegamos como a las 17 horas a la salitrera Chacabuco donde pasamos la noche.
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Si bien es cierto, que en el día el calor agobia y llega hasta casi 50º, por la noche baja el frío gélido de hasta 1º bajo cero. Antes de meternos al sobre para dormir, apuramos un guindado casero hecho con aguardiente de Ñipas, licor traído hasta estas tierras desde el sur a más de 1500 kilómetros de distancia. Seguramente el viaje daba al aguardiente un espíritu alcohólico especial más el toque de guindas secas y almíbar, pero mijita re linda si daba gusto hasta pasarle la lengua, no me mire así, pasarle la lengua al vaso. Mire que a usted le pasaría la lengua por todo el territorio.

La mesera me miraba con sus ojitos de corderillo llameante. No se cómo la pasaría el sargento Farías lo que es yo, abrigadito estuve con piel tierna al lado.

Temprano tomamos el auto policial y endilgamos a las intrincadas ondulaciones pampinas. El Chrysler llegó a una empinada cuesta donde se podía observar una profunda calichera, en que Juan de Dios se ocultó, optando por suicidarse. Bajamos con dificultad, el señor Nataniel Muñoz secretario del juzgado optó por quedarse arriba, estaba muy nervioso el hombre, por la terrible visión de lo ocurrido hacía pocos momentos, el cuerpo estaba casi en la misma posición de la asesinada por Paz, pero, aquí no se apreciaba cabeza alguna, Paz se metió un tiro de dinamita en la boca y lo hizo estallar repartiendo la cabeza y parte del tórax entre los calichales.

La navaja con la que Juan de Dios había asesinado a su mujer, estaba tirada a unos cuantos metros del cadáver de éste. Tras los trámites legales el cadáver fue entregado a los familiares del occiso, y por cierto en el conventillo, donde el desate de lenguas de las viejas de allí más las de toda la cuadra hubo de soportar la familia de la bella Lucinda Aravena que recibió a su finada con estoico dolor...

Aproveché el momento, invité a mi pieza al sargento Farías a comer unos porotos con chunchules preparados por ña Eufrasia, y dos botellas de vino tinto para pasar el ajetreo del día.

El Mirón de la calle. Publicado en el blog El Conventillo
29/09/08

Las Esmeraldas y los Esmeraldos



(A comer porotos con rienda)
Insoportable fue que sucediera allí, justitamente en ese sitio, si, ahicito no más, cuando se encontraba afanado mirando el techo desde su elefante empotrado, es decir su "cama", cuatro terrones de caliche y una plancha de cinc oxidada cubierto con gangochos de sacos paperos. ¡La Purísima!, desde ahí, miraba las estrellas del cielo, por los portillitos que tenía el techo que lo cobijaba, que más bien parecía colador que techo.
Pero claro, era el más atorrante de los habitantes del conventillo, y la doña Eufrasia no le iba a pasar la mejor pieza al pililo. Hilvanando fogosas fantasías, se daba vueltas y vueltas en el jergón. La pocilga entera guardada un fuerte olor a sudor acre y vinagre. Parecía que el alma se le había metido en los piojos. Agregado todo esto a las tiesas calcetas con un olor increíble, olisco a no se sabe qué extraño tipo de queso Tirolés.
Este Pedro de las Mercedes, hombre famoso en las juergas y fiestas pampinas, hombre ducho y lacho irresistible pese a su tan poco adecuada vestimenta. Mal agestado y con el cuerpo tatuado de cicatrices atroces.
"Es que el Peiro, tiene una herramienta especial, y a una llegan hasta abrírsele los dedos de las patas" era comentario femenino. "Una tiene sus sentimientos".
Se le conocía por todas las calles de la Ausonia, las maravillas de la "herramienta" de Pedro, si hasta alguien decía que tenía de santo el palito, y no había hembra a la que no se le hiciera cominillo su cosita y se mojara los calzones, con sólo decir el mentado nombre del hombrón.
Pero acordándose en la soledad del sucucho como si fuera trance, la chiquilla esa de don Tomás, es que se le venía a la cabeza y se le emborrachaba de pura calentura. Ese olor de hembra que enamora, desnudita con su carita de manzana primorosa. Así la imaginaba.
La sonajera de tripas, era porque su estómago reclamada de las viandas que se comía en la pensión "El Chancho Picante". La enjundiosa Elena era divina para las mejores comidas y platos especiales que tanto gustaba a los pampinos, en especial los porotos con rienda. Elena guardaba muy bien el secreto de la abuela Luzmira de cómo prepararlos.
Cuando la gente estaba ya comiendo su último alimento de la noche, se sentía que colocaba porotos secos en una olla y los dejaba remojando por la noche, agregándole sal, comino orégano, pimienta y albahaca. Y claro, también lonjas de cuero de chancho con harta grasa.
Tempranito por la mañana, cuanto cantaba, el gallo la Elena con su misma agua de remojo ponía los porotos en la cocina encendida con sus rojos carbones.
Mientras se pone a freír en la manteca con aceite los cebollinos, incluidos los tallos verdes, y la cebolla picados bien finos; cuando se iniciaba el dorado de las cueritos de chancho, se agrega el ajo picadito, el pimiento partido, luego la salsa de ají de color, se vacia esta fritura en los porotos. Se deja hervir "calduitos", finalmente se le colocan fideos tallarines
Pedro se rascaba todo, pensando en la chimbiroquita de dieciséis años, esos senos almacenaban fuego, armoniosa, una masita como de nieve purita, pulidita. Y la comezón no dejaba quieto al recio y maloliente varón.
El hambre sacaba de sus ardientes impulsos a Pedro, pero si donde la cosa fue ya pero más milagro que la Genoveva de Bravante, ver que se tendía en su mugriento camastro esa belleza marfil, flexible, de curvas inquietantes. El hambre para acallar las tripas es que lo dejó Pedro para la tarde o cuando fuera. Cosita linda ella allí tiradita, blanca como leche y el hombre con su herramienta en ristre la alzó en vuelo y un grito de satisfacción y dolor llenó la soledad y se remecieron hasta los cimientos del conventillo, y eso no fue nada, el griterío como chivateo de indios en malón fue tan grande que en casi todo el barrio desde Copiapó hasta Maipú y desde San Martín a Manuel Rodríguez, la gente vivió inquieta por días, los perros ladraron tanto que caían muertos, los gatos huyeron despavoridos, las mujeres se persignaban y al compás del griterío sexual del Pedro y la Rominita la hija de don Tomás. Las mujeres se embravecieron y estrujaron a sus maridos más que a un limón de Pica. Si hasta los burros salieron en desbandada.
El ajetreo duró una semana completa, fue tal el entusiasmo de ese cacheteo, y como era 21 de Mayo, día de las glorias navales de Chile y la puta madre, nueve meses después surgió una increíble población de chiquillas y chiquillos llamados Esmeralda, y Esmeraldo y hasta varios cabritos viscos, a estos los bautizaron los Arturitos para homenajear a Arturo Prat, capitán de la Corbeta histórica.
Sin embargo; no pasó inadvertido para nadie, es que también por esos días fue cuando más se consumieron los ricos "porotos con riendas" de la Elena, la del Mercado Municipal. Es que se comió tanto que los machos de puro gusto se iban a pique por entre medio de las piernas de las féminas. Ante el griterío orgiástico sexual de Pedro y Romina. Es como para celebrar otro 21 de mayo con porotos con rienda mi alma.
El Mirón de la Calle
Publicado en el blog El Conventillo
19/10/08

Los condenados allá en la pampa

LOS CONDENADOS ALLÁ EN LA PAMPA

En el interior aquel; resonaba igual como piedras que caen por una cascada, el permanente ser. Tal vez echar a correr atrás los almanaques. El pasado, que fue futuro alguna vez, para poder reordenar todo.

Desde el uno de enero al treinta y uno de diciembre, desenjaular los espacios gratos para iniciar un doblamiento de sonrisas, risas y alegrías. Luego antes, amarrar los monstruos del dolor, la pena, la rabia, el resentimiento, el desamor y el llanto.

En eso estaba Morelio dando vueltas en vértigo a sus disparatadas ideas que no compartía con nadie y que sólo las decía para sí mismo. Las nostalgias se le venían encima leyendo la célebre novela "La Reina Isabel Cantaba Rancheras", de otro pampino: Hernán Rivera Letelier.

Solía creer que la arena se hace líquida mientras más se mira, sobre todo al medio día de espejismos en medio de la inmensidad desértica del despoblado, ésta, se mueve a un compás similar al de las olas del mar.
Por esos lomajes como aguas en movimiento, solían verse jugando niños como sonámbulos bajo la temperatura cercana a los cuarenta grados y ni una sola brisa o sombra se podía otear desde donde se mirara, niños vestidos estrafalariamente con desechos de ropas dados de baja en el ejército: era los llamados "niños milicos".

Al recordar todo eso, repasar por los más profundos detalles de esa vida infantil, a Morelio se le caían las lágrimas a causa de los luctuosos recuerdos. Sí, él, era un sobreviviente en ese mundo espantoso en donde cualquier niño al que se le daba leche: moría. Efectivamente, desde el nacimiento estaban signados con el estigma del hambre tras la breve lactancia de leche materna. Breve por lo agotadas que estaban las tetas de las madres de ese espacio pampino. Mujeres que constantemente vivían en ese mundo de sonajeras de tripas al vaivén del hambre. Hambre desgarrante desde que despertaban hasta que volvían a sus jergones sobre toscas de caliche y un cinc cubierto con restos de mantas y sacos de aspillera en que traían las papas desde Coquimbo. Allí también florecía cada noche el amor, casi bajo las estrellas que se introducían por las hendijas de las chozas, en noches crudas de frío desértico.
Así pues; "en la vida hay mil males y diez mil amarguras" (Ho Chi Minh).
El campamento salitrero siempre fue algo provisional donde vivió la gente, cerraba la salitrera y se levantaba un campamento en otro lugar."De construcción ligera y momentánea, como si fuera a ser mudable en breve plazo" ("Los obreros del salitre", Dr. Lautaro Ponce – Galvarino Ponce). Un conjunto de miserables "viviendas". Por otro lado las máquinas nuevas y relucientes, eran mejor cuidadas y protegidas que la gente.

Así: "El combo caía recio sobre la cuña que mordía el peñón de caliche" ("Jai-von", David Rojas González). Golpe que daba el bravo hombre del desierto, el Pampino. Es curioso leer tantas reminiscencias de la pampa como jolgorio de vidas pasadas en el que muchos ex obreros recuerdan emocionados esos brutales tiempos, pero como si todo hubiera sido un bienestar. "Así recuerdo a mi pampa", ¡diablos! ¡Qué mierda!, y todavía añorando esa noche que quedó atrás, como si hubiera sido todo festivo.
Nadie de estos alegres recordantes, conserva en su memoria a esos bebés que luego de ser destetados, muchos de ellos mismos lo fueron, su dieta consistía en mamaderas de té con alguna yerba (menta o paico). Que la comida era un deslavado caldo de huesos hediondos que a bajo precio se compraba en la pulpería, tal vez lo único más barato. Huesos verdes, semi podridos. Hambre, como en ese libro de Knut Hamsun. HAMBRE, esa es la palabra exacta que golpeaba a martillazos con los ardientes rayos del sol.
Morelio es uno de los integrantes de ese dos por ciento de niños que sobrevivieron a la tragedia del hambre, junto con su inseparable amigo el Chico Américo. No en vano se dijo "en la pampa quedan las cruces". Por centenares son las cruces resecas que aún se ven en los recorridos a los también resecos y solitarios cementerios, a los largo de sus caminos desde los campamentos.

"Año tras año por los salares,/del desolado Tamarugal/lento cruzando van por millares,/los tristes parias del capital." ("Canto a la pampa" de Francisco Pezoa, poeta ácrata).

Después de mucho, Morelio fue alguien, un escritor que creció en medio de la borrasca dictatorial de Pinochet, otro que va para grande es el chico Américo cuando más de algún día esté en los estrados defendiendo las causas nobles de los trabajadores.
Y todo quedaba lejos, pero lo más lejano de todo era la felicidad. Como única imitación para ser felices era el emborracharse hasta perder la conciencia. Y se vivió el latrocinio del "capote" (violación) y no faltaba noche en que hubo un capote, la falta de mujeres abría los apetitos cuando, éstas, iban en caravana hacer sus necesidades a pleno desierto. Tampoco fueron ajenas las violaciones cometidas por los administradores croatas de las pulperías, y así se solía ver entre tanta morenada más de un blancucho y rubio chiquillo. Más de un muerto en riñas por alcohol, o muertes por defender la honra mancillada a causa de los adulterios. La pampa quedó regada de sangre obrera "las mesnadas de rotos deambulando, los héroes de ayer, sufridos gañanes muertos de hambre" decían los diarios de la época. Desde sus comienzos, pasando por Santa María de Iquique, La Coruña, San Gregorio y Pedro de Valdivia, matanzas sistemáticas que cada cierto tiempo para calmar los ánimos dirigía más de un generalito. Había que matar, se mataba por matar a estos condenados de la tierra, como lo definió Fanon.

El mirón de la calle.
30/11/08

La mesa redonda. De los archivos del Mirón de la calle



LA MESA REDONDA - De los archivos del Mirón de la calle

La casa de la tía Mime era muy popular entre la parentela atroz. Para nadie era un misterio que dos eran las especialidades culinarias con que agasajaba a la salvaje tribu parenteril. Ese exquisito pescado azafranado y rodeado de especias, la nunca olvidada hoja de laurel y una infaltable taza de vino para bañar el pescado preparado a la parrilla.

Arroz graneado con curry. La mesa incitaba. Esa enorme y descomunal mesa redonda, donde los camelot eran muy especiales. Una octavilla de malandrines de enumerados hasta el uno. Tres hembras y cinco machos. Entre la primera y la última había una diferencia exacta de ocho años. Completaban los espacios de la mesa de puro pino oregón, circundada por banquetas especiales también de la misma preciada madera.

Como toda casa llena de chiquillos, la mezcolanza de olores era increíble desde la aromática que emergía de la cocina y esa mezcla entre cremas, perfumes, aguas de colonia y mierda con que se manejaba la limpieza de los pequeños bribones. Vestidos con los más estrafalarios restos de ropas.
Solamente una, la mayor, de una palidez de ballena extraviada y ojos plomos. Vestía pulcramente y con finas ropas, calzaba zapatos "Tommy", la mejor marca, calzones bordados y siempre olía a "Soir de París". Y hoy pareciera que huele a trementina y meriñaque.
Cuando la niña fue mayor, coleccionaba en la parte de atrás del WC, en una especie de repisita, los trapos con sangre de la menstruación. Hay que hacer notar que junto a ese WC crecieron con fuerza muy hermosos un olivo y un granado, cuyos frutos bien abonados eran la delicia de la tribu.
Solía yo aparecer por ahí, cada vez que había esas delikatessen de pescado, o las no menos deliciosas anchoas al aceite, o sardinas españolas al tomate. Me fascinaban los sándwiches de albacora para la hora del té con canela a media tarde. La mesa era el centro de las más formidables algazaras, risas, llantos y gritos ensordecedores de niños.

Mi tío al que apodaban "John Wayne", con una paciencia de santo de yeso, soportaba estoicamente a sus retoños. Sin angustiarse, menos acalorarse y bramar como toro, miraba a su prole y movía la cabeza. La tía Mime ponía la nota del grito desgarrado y los simulados ataques al corazón: "estos niños me matan y tú no hacís nada" le gritaba a mi tío, quien muy ceremoniosamente comía tres jureles de una sentada, y tomaba un litro de té con canela. El tío vivió hasta los noventa años, la tía hasta los ochenta y ocho.
La mesa redonda de la cocina era también el escritorio donde los niños más tarde, cuando ingresaron a la escuela, hacían sus tareas. Y bueno, entre los cuadernos y útiles a veces solía encontrarse algún restillo de las fabulosas comidas de la tía.

La mesa redonda era el centro de la preparación de las comidas y tortas.
Pero, donde los transeúntes de la calle Sucre con 14 de Febrero se paraban a mirar consternados, era cuando la tía Mime, amarraba a toda la parvada con cordeles y estos podía corretear por la acera de la casa, mientras la tía en su enorme sillón, tejía o remendaba ropa.
Era en las tardes de verano generalmente cuando salían los "los niños perros" como les decían, porque estaban todos amarrados de la cintura para que ninguno escapara, tomara las de Villadiego y de pronto se pegara un encontronazo con algún móvil y los aplastara como a cucarachas. Así la tía prevenía los accidentes y mantuvo con vida a sus hijos hasta que estos pudieron valerse solos.
La tía y el tío, vivieron lo suficiente para ver una poblada de nietos alterando la vida anciana que llevaron tranquilamente.
Hasta casi sus últimos días la tía Mime brindó también para nuestro gusto su exquisita torta moka con un menjunje compuesto de mantequilla, huevos, café y leche, y sobre este espolvoreaba nueces. Más que seguro que del abuso en comer la rica repostería de la tía es que de siempre me tortura la diabetes mellitus.
Los primos emprendieron los más variados caminos, ocuparon espacio y trabajaron en Europa, Asia y América del Norte. Las primas aportaron chilenos y sus hijas continúan en esa misma faena.
Y… ya ven, la vida solaz de una pareja como fue la que formaron la tía Mime y "John Wayne". Él murió días después del aluvión y la tía le sobrevivió un tiempito más. Lo notable fue, que para sacarla de su casa, ubicada en la parte alta de los cerros de la cordillera de la costa, hubimos de conseguir una grúa para bajar su ataúd, ella que nos decía "no como nunca niño"… murió pesando casi 200 kilos. 

El Mirón de la Calle.

14-12-2008  Publicado en el blog El Conventillo