Cómo encontrar lo probatorio. Conocemos a tantos ases del
marullo, esos que ensucian la política, cómo percibir pruebas con sus sentidos.
Cómo nos avergüenza un delincuente improbado, aunque oigamos testigos, vemos
sus rostros, sus vacilaciones, sus impotencias. Tenemos tantos canallas y sus
canallitas secuaces. A estos cerdos bien cebados los conocemos perfectamente
bien y usted conmigo repite sus nombres, han emporcado su propia casa. Ahora se
han apoltronado en los oscuros cubiles de sus cargos públicos asegurando su
soldada con sus aberrantes méritos.
No voy ha rehacer esas antiguas meditaciones sobre el
escritor y la política, a los escritores nos importa todo, a los políticos
profesionales un bledo lo que pase.
Es un momento extraño éste, nos movemos a la reflexión
política, cómo los políticos pervierten el lenguaje, como desvirtúan las
referencias éticas e ideológicas.
El escritor habló de manos limpias, ética y honestidad.
Al escritor le atornillaron al revés. Sabemos quiénes.
Los quienes tirados hacia atrás en sus sillas playeras en
Hornito o Punta Itata.
Cada vez más gordos. Miserables, inmorales.
El escritor jugó limpio, hizo su campaña sin pelear, sin
mentir, basada en la verdad. Hizo política honesta.
Cuánto nos dijo Sartre en "El escritor y la
Política", recordamos la voz esencial de Neruda: "Chacales que el
chacal rechazaría,/piedras que el cardo seco mordería escupiendo,/víboras que
las víboras odiarían."
Concluimos que ser político honesto es una aventura
imposible, náusea para los que vemos lo que vemos, y ceguera en quienes votan a
veces, descerebradamente.
Habrá que reiniciar el debate: Literatura y Política.
A mi amigo Hernán Rivera Letelier mi afecto por su
honestidad.
Eduardo Díaz Espinoza.
Publicado en "La Coctelera"
Diciembre 2005.
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