miércoles, 23 de julio de 2014

El Mirón de la calle - El telefonito

EL TELEFONITO

Puchas compadre, todo Chile tiene ese aparatito. Oiga si hasta la Maiga, esa vieja que nunca se lava y menos se baña   y es más hedionda que  vertedero tiene uno.

Que yo sepa en la casa de ella, nadie trabaja. Cierto es que esos, los Fuente Seca, serán secos de todo, menos del bolsillo. Claro, nadie sabe el origen de los dineros con que ellos viven.

En fin, pareceré envidioso, porque los demás tienen, sin embargo, aunque me saco la cresta trabajando, no alcanzo para mantener uno.   Mi envidia, dice la Loreto, es como algo que se cocina a fuego lento, eso, es como la mezcla con la que se rellenan los alfajores de Pica.

Oiga, putas que son ricos los alfajores, mientras más días tienen son mejores y más blanditos, y cuando uno los hace la galleta parece piedra. El ablandamiento lo provoca el menjunje, ese que yo se, porque lo heredé de mi abuela Hortensia.

Cuando estaba sin pega estable,  harta platita gané, tenía una excelente clientela, pero cuando mejor iba el negocio, llegaban los cenachos y me detenían, metido quien sabe dónde, en que cárcel clandestina, me tenían una semana o más, cuando me soltaban, ya no tenía clientela alguna.

Mentes perturbadas después de una sesión de golpes y otros apremios, nos machacaban hasta el alma, allí se arrastraba en su dolor el pobre guiñapo humano, nos enmierdaban,  días después nos tiraron en un vertedero de basuras dentro de unos sacos. Todo ardía alrededor, felizmente escapamos de pura cueva, San Pateste nos salvó.   Al llegar a casa me encontré que una partida de alfajores que  quedaban, estaban todos con hongos. Ni el Cachilupi, mi perro favorito los quiso comer, el quiltro me miró como diciéndome, "putas, ni huevón pa' envenenarme."

Va uno en la micro.  Distraído.

Una señora que viene del barrio jaivón,  mira su celu, como si tuviera un tesoro en sus manos, observa a los que estamos alrededor, se cree el hoyo del queque la vieja, le da estatus alrededor de los picantes que no tenemos el consabido adminículo. Y la fulana es fámula no más. Pero igual, nos tachó de arriba abajo, introduce su aparato en un bolso descachalandrado de tevinil.

Oiga pero si cuando uno está en misa  ¡zás!   que suena uno de esos desgraciados aparatitos,  estamos en lo mejor conversándole al flaco Inri las cuitas,  suena el maldito.   La  beata moderna, sale muy paradita, como si tuviera un palo en el culo y a pelar por ese telefonillo móvil.

El Juanjo que es mi amigo vendedor de productos para la minería, un día estaba en el "Eros" con una minita, y ¡que suena el pajarraco!, estaba en lo mejor del merequetengue , toma al desgraciado, y desde otro lado alguien le pregunta si tiene repuestos para camiones. ¡Qué horror!   Todo quedó a medias, interruptus…. Pero si es para machacarse las bolas.


El modo solemne que adopta esta gente con la cosa esa en las manos. Hasta uno se imagina o sospecha, que es algún sabio, o un eminente intelectual.

Noooooo, no señor, nada de eso, si es sólo uno de esos amermelados que se las da de rico.

Por donde que tú vayas, chuatas, se parece al bolero ese que cantaba Lucho Gatica. Lo cierto es   donde quiera  te encuentres que suena uno… mi Dios, si sacan de quicio. Es nuestra inferioridad, nuestra mentalidad estrecha que nos viene de la colonia, herencia de los coños.

Te imaginas ir apretujado en el metro. Olvídate.

Esa peste del Transantiago. 

Es ahora cuando uno valora su provincianidad, nunca anda enlatado como sardina, o alguien te pasa a llevar o a una mina le corren mano. Y chuuu… la jodienda cuando una minita mueve el chico,  te ponís turnio huevón, más encima hay comadres que parece que dicen: "dame un kiss" soltándote ese escote de paro cardiaco como dice la Sasha en su poema "La Fiera". Agarraí papa y te llevan preso.

Pero si es el colmo, el chico Peralta haciendo clases todo inspirado, cuando un trío de esos moscardones telefónicos lanza sus gemidos de llamada.   Se paran donosamente las alumnas a responder y… el pobre Peralta debe interrumpir sus clases para que las lindas vayan a la voz del amo. O vaya a saber uno quién crestas las llama.

Mi pescador yerno, cañero fino, estaba pescando a orillas de la playa, viene
una ola, se agacha para evitar que lo bote la ola,  y… sale disparado el celular, adiós mi plata…

No falta el gil que hasta lo mea y lo caga, fue al baño, al sentarse, cae el aparatito al sanitario. Paisanito querido, no hay salud, ¿se imagina una llamada en ese momento y tener que embadurnarse con mierda para responder?   Es el colmo.

Yo creo que mejor, me voy  hacer memoria y recordar a mi tía Helena, que era más linda que la de Troya… ese será otro cuento.

Ah, la Maiga sigue hablando y gesticulando.


El Mirón de la Calle

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