EL TELEFONITO
Puchas compadre, todo Chile
tiene ese aparatito. Oiga si hasta la Maiga, esa vieja que nunca se lava y
menos se baña y es más hedionda que vertedero tiene uno.
Que yo sepa en la casa de
ella, nadie trabaja. Cierto es que esos, los Fuente Seca, serán secos de todo, menos
del bolsillo. Claro, nadie sabe el origen de los dineros con que ellos viven.
En fin, pareceré envidioso,
porque los demás tienen, sin embargo, aunque me saco la cresta trabajando, no
alcanzo para mantener uno. Mi envidia, dice la Loreto, es como algo que
se cocina a fuego lento, eso, es como la mezcla con la que se rellenan los
alfajores de Pica.
Oiga, putas que son ricos
los alfajores, mientras más días tienen son mejores y más blanditos, y cuando
uno los hace la galleta parece piedra. El ablandamiento lo provoca el menjunje,
ese que yo se, porque lo heredé de mi abuela Hortensia.
Cuando estaba sin pega
estable, harta platita gané, tenía una
excelente clientela, pero cuando mejor iba el negocio, llegaban los cenachos y
me detenían, metido quien sabe dónde, en que cárcel clandestina, me tenían una
semana o más, cuando me soltaban, ya no tenía clientela alguna.
Mentes perturbadas después
de una sesión de golpes y otros apremios, nos machacaban hasta el alma, allí se
arrastraba en su dolor el pobre guiñapo humano, nos enmierdaban, días
después nos tiraron en un vertedero de basuras dentro de unos sacos. Todo ardía
alrededor, felizmente escapamos de pura cueva, San Pateste nos salvó. Al
llegar a casa me encontré que una partida de alfajores que quedaban,
estaban todos con hongos. Ni el Cachilupi, mi perro favorito los quiso comer,
el quiltro me miró como diciéndome, "putas, ni huevón pa'
envenenarme."
Va uno en la micro.
Distraído.
Una señora que viene del
barrio jaivón, mira su celu, como si tuviera un tesoro en sus manos,
observa a los que estamos alrededor, se cree el hoyo del queque la vieja, le da
estatus alrededor de los picantes que no tenemos el consabido adminículo. Y la
fulana es fámula no más. Pero igual, nos tachó de arriba abajo, introduce su
aparato en un bolso descachalandrado de tevinil.
Oiga pero si cuando uno
está en misa ¡zás! que suena uno de esos desgraciados aparatitos,
estamos en lo mejor conversándole al flaco Inri las cuitas, suena
el maldito. La beata moderna, sale muy paradita, como si tuviera
un palo en el culo y a pelar por ese telefonillo móvil.
El Juanjo que es mi amigo
vendedor de productos para la minería, un día estaba en el "Eros" con
una minita, y ¡que suena el pajarraco!, estaba en lo mejor del merequetengue ,
toma al desgraciado, y desde otro lado alguien le pregunta si tiene repuestos
para camiones. ¡Qué horror! Todo quedó a medias, interruptus…. Pero si
es para machacarse las bolas.
El modo solemne que adopta
esta gente con la cosa esa en las manos. Hasta uno se imagina o sospecha, que
es algún sabio, o un eminente intelectual.
Noooooo, no señor, nada de
eso, si es sólo uno de esos amermelados que se las da de rico.
Por donde que tú vayas, chuatas,
se parece al bolero ese que cantaba Lucho Gatica. Lo cierto es donde
quiera te encuentres que suena uno… mi Dios, si sacan de quicio. Es
nuestra inferioridad, nuestra mentalidad estrecha que nos viene de la colonia,
herencia de los coños.
Te imaginas ir apretujado
en el metro. Olvídate.
Esa peste del
Transantiago.
Es ahora cuando uno valora
su provincianidad, nunca anda enlatado como sardina, o alguien te pasa a llevar
o a una mina le corren mano. Y chuuu… la jodienda cuando una minita mueve el
chico, te ponís turnio huevón, más encima hay comadres que parece que
dicen: "dame un kiss" soltándote ese escote de paro cardiaco como
dice la Sasha en su poema "La Fiera". Agarraí papa y te llevan preso.
Pero si es el colmo, el
chico Peralta haciendo clases todo inspirado, cuando un trío de esos
moscardones telefónicos lanza sus gemidos de llamada. Se paran
donosamente las alumnas a responder y… el pobre Peralta debe interrumpir
sus clases para que las lindas vayan a la voz del amo. O vaya a saber uno quién
crestas las llama.
Mi pescador yerno, cañero
fino, estaba pescando a orillas de la playa, viene
una ola, se agacha para
evitar que lo bote la ola, y… sale disparado el celular, adiós mi plata…
No falta el gil que hasta
lo mea y lo caga, fue al baño, al sentarse, cae el aparatito al sanitario.
Paisanito querido, no hay salud, ¿se imagina una llamada en ese momento y tener
que embadurnarse con mierda para responder? Es el colmo.
Yo creo que mejor, me voy
hacer memoria y recordar a mi tía Helena, que era más linda que la de
Troya… ese será otro cuento.
Ah, la Maiga sigue hablando
y gesticulando.
El Mirón de la Calle
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