miércoles, 23 de julio de 2014

El Mirón de la calle - Cuando llegan las noches de invierno

CUANDO LLEGAN LAS NOCHES DE INVIERNO

Por ahí vamos los que pasamos una extensa soledad en la vieja casa desguañangada, y sin afeites, pues lo años   como los que uno tiene también las destartalan.

Por cierto, cada vez que asomo al ante jardín, no falta esas consuetudinarias corridas de cortinas que delatan a la siempre sapa vieja del barrio que anda loriando que hace uno, suelo ver a más de una que no aguanta, y sale como que está barriendo, y no barre pero ni para su cumpleaños la casa.

El asunto pasa de la curiosidad malsana al pelambrillo habitual y sueltan las lenguas peor de largas que las que tienen las vacas y le descueran a uno hasta el alma. La Miriam "potito de alcachofa"   y la Putísima, como le dicen a esta deslenguada, aunque la vieja se llama Purísima. Bueno, tiene su cartel la "iñora"  a la que el pobre vecino Pinto adora, la sacó del prostíbulo del "Lola Puñales", la hizo señora y se la llevó a su casa humilde y muy decente.

Ambas me tienen entre ojos y lengua, una vez que me fue a ver la Rosa López   al segundo todo el barrio estaba enterado que a mi casa había entrado una "galla" re pituca y fruncida, encarterada y con bagatelas en el cuello simulando perlas cultivadas, pero si hasta el número de pie le habían calculado diosito lindo!.   Se le notan esos calzones que parecen hilos dentales, ya ve usted que las lengua de víboras, que me perdonen las víboras por la comparación, hasta rayos X tienen en los ojos que empelotan a cuanta fulana ven de las que viene a mi casa.

La Rosita me pasó a invitar al bautizo de su hija Fernanda de seis meses.

Oiga mi señora linda, esa si que fue fiesta, hasta me dio ganas de invitar a la Juana Mascarrieles, las mesas eran exageradamente grandes donde el comistrajo chorreaba de gusto pa' todos lados. ¡Chuatas!   Ahora me vengo acordar del viejo cuento de don  Joaquín Díaz Garcés (Anjel Pino) "El bautizo" que aparece en "Pájinas chilenas" que es una colección de artículos, narraciones y cuentos que el caballero escribió entre 1897 y 1907, que además cuenta con una serie de ilustraciones del famoso cura Pedro Subercaseaux. Claro, digo esto porque no faltará más de alguien que diga: mira el pelao   Mirón de la Calle, le copió a Díaz Garcés. 

Para evitar a los Fray Apenta de estos días, que por cierto no tienen la enjundia y el cacumen del viejo crítico literario y menos rozan siquiera la capacidad intelectual y crítica de Juan de Luigi.   Je… vaya, de dónde estos "críticos" de ahora van a llegar a los talones de los que ya nombré, habrán leído o sabrá algunos de ellos quién fue Omer Emeth, aaay, que Dios nos pille confesados.

Pero si, mi amigo conventillero, de que se comió se comió, y hubo comida hasta para chuparse dedos y bigotes, de esos mostos nuevos y chacolí de los mejores había en barriles de 500 litros, era como para que tomara un regimiento completo de sedientos. Quedaron secos. Eran tres los barrilitos.


Para que le cuento las de minas que había, si en verdad, para que andamos con cosas, andaban todas con esos calzoncitos de hilos dentales, que puchas que son tentadores. Era llegar y agarrar. Y como siempre, se armaron parejas momentáneas mientras duró el condumio. Si hasta el chico Tito agarró una vieja pituca y zangoloteó con ella.

Al medio día la cazuela de pava brillaba en su gordura, acompañada de papas chilotas, zapallo, porotitos verdes y chuchoca… luego venían si usted quería mi señor, chunchules fritas en sartén de cobre y claro con el favor de Dios y la Madre del cielo los perniles de chancho era cosa de comenzar a deslonjarlos para engullir, pollos fiambres, ensaladas surtidas con harto apio y paltas, que decirle como doraban los corderos al palo en el fogón especial que había en el patio, o esas ancas de vaquilla que soltaban el chorro jugoso que daba gusto.

Tres días duró la remolienda, es que cuando ya quedaron agotados los estómagos, bueno hubo que apurarle al chocolate caliente con leche, roscas si el Hernán Rivera Letelier no cabía en sí de puro gusto de tanto comer roscas el muy ladino, nos acordamos de los sábados en casa de la Lema y esa compañía especial donde estaba la Germana, la Bruja Abarca, la Soledad, y  para que le cuento como el negro Gaytán se puso más negro de puro apurarle al tinto y al asado. El Pelao Díaz quedó más hinchado que vejiga de toro. Todo el mundo comió hasta quedar tieso.  Los perros y gatos del barrio durmieron con placer una semana de tanto comer los restos de la pichanga descomunal.

El municipio, dispuso de un camión especial para recoger las basuras que quedaron del famoso bautizo de la Fernandita. Ya ve usted poh, como la soledad en el invierno de la vida lo hace a uno acordarse de cosas buenas.


El Mirón de la Calle.

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